Un legendario film de la Hammer tan loco como exótico. El penúltimo film de la Hammer, ya una compañía agonizante, antes de cerrar sus puertas en 1976 con su última producción, se trata de una rocambolesca historia. Un chino va a Transilvania al castillo del conde Drácula y le pide que le ayude en la tarea de hacer volver el terror a un región china, resucitando a los siete vampiros de oro chinos. Drácula acepta tomando el cuerpo del monje para ir a China. En China está Peter Cushing hablando de vampiros y tal, y resulta que se entera que se ha levantado el terror en un región agrícola apartada. Resulta que los siete vampiros han resucitado junto con un pequeño ejercito de zombies armados con lanzas, hachas y espadas. Total que desde la ciudad hasta el encuentro con los monstruos el film es una sucesión de peleas malas de kung fu. El film tiene un final insultantemente malo, una resolución desastrosa y aunque la puesta en escena no es mala, el film inicialmente prometedor se transforma en un espectáculo de feria barata y luces de colorines. Las peleas de kung fu, como he comentado, SON MUY MALAS. Ahora el film muestra dos tetas flácidas, un degollamiento tímido... En fin, intentan adaptarse con algo de sexo y sangre a unos tiempos que ya los habían consumidos. Como ÚNICO detalle interesante es ver que al final del film, cuando el monje malvado chino se transforma en Drácula, en el intermedio de las transformación parece ser un monstruo espantoso y lleno de ojos, en la mejor tradición de H.P. Lovecraft. Un detalle muy sugerente y excitante, pero breve y sin sentido en un film tonto, aburridete y muy flojo. Solo es destacable la fotografía de un film, rodado integramente en Hong Kong. UNA RAREZA SIN FUERZA NI GARRA.
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